PIEDRA ELOCUENTE
Tengo un recuerdo, que, para mí, es como una santa reliquia: una piedra del Monasterio de Fredesval; antiguo Real Monasterio de Nuestra Señora de Fredesval; monasterio jerónimo fundado hace mucho tiempo y situado en las cercanías de la ciudad de Burgos, concretamente entre las localidades de Villatoro, Quintanilla Vivar y Villayerno Morquillas.
Mucha piedra, mucha ruina, mucha mística espiritual y del Culo es lo que vemos y sentimos cuando le rodeamos buscando caracoles de abril, porque “los caracoles de abril, son para mí; y los de mayo, para mi amo”.
Con mi sobrina Rosa y su dos hijitas, mi esposa y nuestra hija Isabel, fuimos a por caracoles bordeando la yerba del ruinoso Monasterio.
Estando en este menester, y cantándoles a los caracoles para que salieran y poder verles y cogerles:
“Caracol, col, col
Saca los cuernos al sol
Que tu padre y tu madre
También, les sacó”
Se nos acercó un joven un poco estrafalario, pero muy místico, que nos dijo ser hijo ilegítimo de un descendiente de los Gómez Manrique, a quien se le había aparecido la virgen Nuestra Señora de Fredesval mientras se hacía una paja entre los arbustos, anunciándole que le llevaría por los aires hasta llegar a Roncesvalles dejándole en el cruce con el Camino Jacobeo semidesnudo en un pequeño y hermoso valle, como así hizo.
Luego, él marchó para Santiago vestido con una túnica que había robado en un albergue de peregrinos.
Nosotros nos quedamos boquiabiertos, queriéndole dar un beso a este joven, Godo Recaredo, como se llamaba, por haber sido tocado por la Virgen, pero él no se dejó; invitándonos a visitar las ruinas del Monasterio, “pues los propietarios hoy no están”, como nos dijo. Afirmando, además, para nuestro asombro:
-No tengo día de alegría, ni de contento, sino cuando aquí, junto al Monasterio, me hago una paja, ¡pues que bien se me levanta¡
Con Godo accedimos al Monasterio y, del lugar donde estuvo, según él, el sepulcro del doncel Juan de Padilla, a quien tenía mucho afecto la reina doña Isabel, con el que tuvo amoríos antes de su muerte en la guerra de Granada, cogió un canto o china grandecita, con un pico de color marrón, que nos regaló, diciéndonos:
-Guardad bien este canto o china, que es sagrado, y es piedra de elocuencia, o piedra con la que el famoso Cid Campeador se limpió el culo, una vez hubo cagado en los alrededores del Monasterio, adonde se había acercado antes de salir a su destierro para invocar la ayuda de la Virgen y su Dios.
-Ese mismo día, por la tarde, hizo noche en el Monasterio de san Pedro de Cardeña, donde dejó a su mujer y a sus dos hijas al cuidado de los monjes, las tres con su Chumino bien guardado por el cinturón de castidad, cuyas llaves quedaron a buen recaudo en manos del Abad, que sería su clavero.
Godo hizo un alto en la conversación, tragó saliva, y siguió contándonos:
-Según la leyenda, besando esta piedra por la parte de abajo, una vez hayas cagado y limpiado el Ojete con ella, se obtienen el don de elocuencia y la posibilidad de que se te aparezca la Virgen.
-Este fragmento de piedra le dejo olvidado el Cid junto al sepulcro del Doncel, y los monjes jerónimos contaban que tenía muchos poderes y hacía muchos milagros.
-Por empleo: le dio poderes a Santiago “Matamoros”; al rey Carlos I de España y V de Alemania, lo mismo que a su hijo Felipe II. Ellos la ponían debajo de la almohada. Después de follarse a un par de moras, hacían caca, se limpiaban con ella el Ojete, y la besaban antes de entrar en combate.
-Un día que los cartujos de la Cartuja de Santa María de Miraflores, monasterio edificado en una loma del mismo nombre, salieron tras un conejo de huerta, le tiraron este canto, dándole en la “cresta” para risas entre ellos, que cantaban:
-El Señor ha hecho en mí maravillas. Gloria a ti piedra elocuente.
-Otro día que los monjes trapenses de Cardeña rezaban caminando por el claustro, mientras el abad orinaba desde su celda al patio, vieron que era vino lo que llovía, quedándose admirados.
-Cuando le preguntaron al Abad por el milagro, este les dijo que esto fue gracias a la piedra elocuente, que tenía en su mano izquierda, y que había besado después de cagar y haberse limpiado con ella, antes de orinar con su mano derecha sujetando el miembro.
Mi sobrina, sonriente, le dijo a Godo que le gustaría le diese su teléfono, pues le habían encantado sus interesantes explicaciones; y así poderle llamar para otras visitas a otros monasterios.
Godo le dio un papelito, en el que escribió su teléfono y nombre.
Mi sobrina me lo enseñó, y yo me eché a reír a carcajada limpia, diciéndole:
-Que interesante eres Godo, que escribes Godo con jota.
Todos saltamos de contento.
-Daniel de Culla